El 89% del empleo agrícola depende de este sector, por lo que requiere de políticas públicas de apoyo primordial y de reactivación que incidirá en el área rural.
¿Quiénes surten las mesas de los bolivianos? De acuerdo con el estudio Desmitificando la agricultura familiar en la economía rural boliviana: caracterización, contribución e implicaciones, el 87,6% del volumen de alimentos producidos en el país viene de la agricultura indígena y campesina. Y pese a ello es insuficiente.
“Desde hace años, el sector agropecuario empresarial boliviano reivindica, con cifras altamente cuestionables, ser el mayor contribuidor a la alimentación y al empleo rural, entre otros. Pero el estudio demuestra todo lo contrario y arroja datos contundentes, como que la agricultura familiar contribuye con el 87,6% del volumen de los alimentos producidos y con el 100% de la diversidad de cultivos’’, indicó Stanislaw Czaplicki Cabezas, investigador y autor de la publicación del Centro de Investigación y Promoción del Campesinado (Cipca).
La canasta básica alimentaria de Bolivia consta de 39 cultivos. Son alimentos fundamentales en la dieta diaria de los habitantes de las diferentes ecorregiones. Destacan -entre varios productos- la papa, la yuca, ciertas variedades de maíz y algunas hortalizas.
Son cultivos que requieren de un nivel de procesamiento muy bajo, por lo que los modos de producción suelen ser relativamente tradicionales. Desde luego existen excepciones, como el trigo, que requiere cierto nivel de procesamiento y que además de ser un cultivo clave para la canasta básica, tiene tanto modos de producción tradicionales como otros más complejos asociados a la agroindustria, como ocurre también en el caso del arroz.
“Por otro lado, existen ciertos cultivos, como la quinua que, además de ser parte de la canasta básica en ciertas regiones, desde hace algunos años es igualmente un cultivo comercial de alto valor agregado. Las autoridades buscan que los precios de estos cultivos permanezcan estables y bajos para asegurar la alimentación” señala el documento.
En el caso de la agricultura no familiar, ésta sólo contribuye al 60% de las variedades y con un volumen de 1,5%. Vale decir, que la contribución de la agricultura familiar es muy superior y pese a ello aún es insuficiente.
“Hay que mencionar que de los 39 cultivos, 23 no son producidos en volúmenes suficientes para abastecer la demanda del mercado interno o garantizar la seguridad alimentaria, siendo los más importantes la cebolla, zanahoria, maíz, choclo, zapallo, arveja verde y manzana”, se explica.
Entre las sugerencias del estudio se indica que se debe repensar las prioridades, criterios y horizontes de la agenda pública respecto a la agricultura y sus subgrupos. “En cuanto al apoyo y promoción de la producción, queda clara la necesidad de enfocarse en la agricultura familiar dada su alta contribución a la seguridad alimentaria y a la generación de empleo”.
Se aclara que no se trata de dar más a la agricultura familiar y quitar a la empresarial, sino de establecer condiciones con objetivos socioeconómicos y ambientales claros.
Las estimaciones se realizaron aplicando la tipología de agricultura familiar de Tito y Wanderley (2021) con base en la encuesta agropecuaria de 2015, además de información empírica y de fuentes oficiales que permiten comparar las contribuciones de los tipos de agricultura.
Mayor mano de obra en comparación con la soya
De acuerdo con el documento, la agricultura familiar es también la mayor contribuyente en términos de mano de obra. Se indica que son 1,44 millones las personas involucradas, que en muchos casos no tienen una remuneración justa. Es decir que subsidian la producción.
“En términos de contrataciones, las diferencias son notables. En promedio, la agricultura consolidada genera una contratación por cada 1,6 hectáreas cultivadas, mientras que la no familiar genera una por cada 6,5 hectáreas”.
La agricultura familiar abarca el 89% de las contrataciones agrícolas, lo que ratifica que la expansión de la soya -y en general, de la agricultura no familiar- es negativa para el tema laboral en el área rural.
En el caso de la soya, principal cultivo del país, aunque también aglutina sistemas familiares de transición y consolidados, es ante todo un rubro agroindustrial. Pese a su magnitud -según el documento- genera en promedio un 28% menos de contrataciones que el resto de los cultivos el país, debido a su alta tecnificación.
“Dada la naturaleza agroindustrial de la soya, se analizaron algunos actores clave en la cadena de valor -en especial las principales empresas exportadoras- y se evidenció que su contribución de empleo directo es casi anecdótica en relación a su magnitud económica”, afirma el estudio.
23 ALIMENTOS
de la canasta familiar básica no son cultivados en volúmenes suficientes.