La convivencia entre perros y gatos no tiene por qué ser mala. Pese a ser animales de especies diferentes, y por tanto con necesidades y comportamientos también distintos, pueden mantener una relación completamente normal e incluso afectivamente satisfactoria. El éxito de la cohabitación dependerá de diversos factores como la edad de los animales y su estado de salud, el carácter de cada uno, cómo y en qué momento hagamos el proceso de adaptación o cómo actuemos en el caso de que aparezcan problemas de convivencia entre nuestras mascotas.
Como en muchos aspectos, para conseguir una convivencia feliz entre perros y gatos la prevención y la previsión serán nuestras mejores herramientas. En Webconsultas te contamos todo lo que necesitas saber para lograrlo.
“Se llevan como el perro y el gato”
Una de las expresiones que todos hemos escuchado cientos de veces a lo largo de nuestra vida y que hace referencia a una mala relación entre personas que continuamente están peleando es aquella de “Se llevan como el perro y el gato”. Sin embargo, no es tan cierta como creemos, ya que la relación entre un perro y un gato, dos animales muy diferentes entre sí a nivel de carácter, comportamiento y necesidades, puede ser no sólo positiva, sino complementaria y armoniosa para ambos. Como en todo, habrá perros y gatos que se lleven mejor y otros que no se puedan ni ver, pero en nuestra mano como dueños está conseguir una convivencia positiva, o al menos tranquila, si van a ocupar el mismo espacio.
Es importante señalar que el carácter del animal y la forma en la que se gestione la llegada del nuevo miembro serán determinantes para el éxito de la cohabitación de canes y mininos. También es muy importante conocer muy bien a ambos animales: cuáles son sus necesidades, cómo es el desarrollo de cada uno, qué comportamientos son característicos de cada especie o qué debemos evitar en su educación son algunos de los puntos que no debemos pasar por alto a la hora de unir en un mismo hogar a estos dos tipos de mascotas. Si bien el gato es un animal más independiente y que busca su espacio propio dentro del hogar, no podemos olvidar que, en general, el perro necesita más contacto, más compañía y más mimos. Esas diferencias harán que ambos requieran de cierto tiempo para poder adaptarse y que nosotros les ofrezcamos ese tiempo y las condiciones óptimas para ello.
Silvia de la Vega, Licenciada en Veterinaria y miembro de Etología Veterinaria nos explica que, pese a que el perro y el gato “son especies muy diferentes y necesitan tratamientos distintos, se puede establecer una convivencia que cubra sus necesidades de contacto social y establezca una comunicación clara entre la familia y los animales. Para ello es importante que el entorno que habitan esté dispuesto de una forma que permita que cada animal exprese sus conductas naturales adaptando el contacto social a las necesidades de cada uno”.
Aclara la especialista en comportamiento animal que al margen del comportamiento y carácter también es distinta la estructura social de cada especie. “El perro es una especie social obligada, y todas sus actividades están fuertemente orientadas al aspecto social. Así, por ejemplo, al llegar a un lugar nuevo el perro puede estar interesado en conocer a los habitantes del mismo. El gato, en cambio, es un superviviente solitario y aunque puede ser social en función de las circunstancias nunca se olvida de que la supervivencia es cosa de uno. De este modo, al llegar a un lugar nuevo estará más interesado en explorarlo para conocer cosas como vías de escape o escondrijos disponibles”, nos explica.
La veterinaria incide en que debemos tener siempre presente que, “como especies distintas”, los perros y los gatos tienen una relación de predador-presa o de competidores por naturaleza. “Es natural que un perro muestre agresividad predatoria hacia un gato o un gato muestre agresividad por miedo hacia un perro. Ahora bien, en nuestras familias perros y gatos conviven juntos con frecuencia y pueden llegar a generar vínculos o relaciones afiliativas entre ellos con juego mutuo y con una comunicación bastante efectiva en la que interpretan bien señales de la otra especie que pueden tener un significado muy distinto en la propia”, concluye Silvia de la Vega.