No se resignó a la separación y convirtió en un infierno la vida de Wilma Zurita, de 27 años de edad. Este lunes fue enviado a la cárcel de Chonchocoro.

Fuente: Unitel
Los testimonios de la familia de Wilma Zurita permiten reconstruir el último año de vida de esta mujer de 27 años de edad, asesinada a manos de su expareja a plena luz del día el domingo en Santa Cruz. Esos meses, que serían los últimos que pasaría con sus dos hijos, se convirtieron en un verdadero infierno.
El feminicida y su víctima fueron alguna vez pareja, tuvieron dos hijos, uno de 7 y otro de 2. La relación de ambos, sin embargo, había terminado hace más de un año. Marcelino había sido siempre un hombre violento y aferrado a la bebida que maltrataba a Wilma, según recuerdan sus familiares.
A pesar de que no existía una relación, ambos vivían bajo el mismo techo en cuartos separados, según pudo verificar la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia. Lucía Zurita, madre de Wilma relata que él nunca aceptó la separación y los problemas eran constantes en su casa.
“Ella estaba separada hace un año, pero él siguió haciendo problemas. Ella solo ha pensado en sus hijos, el hijo menor tiene 2 años, el mayor 7”, contó Lucía.
La hermana de Wilma, con la que llegó a comunicarse solo unos minutos antes del asesinato (advirtiendo que era seguida de Marcelino) relata que el asesino tampoco era un buen padre, gritaba constantemente a sus hijos y los maltrataba psicológicamente cuando estaba ebrio.
Las constantes peleas fueron subiendo de tono y se hicieron cada vez más violentas, llegando a su máximo punto el 21 de marzo, cuando el hombre agredió no solamente a Wilma, también golpeó a su madre Lucía. Así lo señala la denuncia ante la Policía:
“Yo defendía a mi hija porque su exmarido se estaba llevando a su hija en completo estado de ebriedad, cuando yo le reclamé éste directamente empezó a darme puñetes hasta dejarme inconsciente, causándome lesiones en el rostro”, dice la denuncia.
A pesar del antecedente solo estuvo en celdas unas horas y se abrió una investigación que debía determinar las responsabilidades del incidente. Se lo citó para declarar el 24 y luego el 31 de marzo, no fue argumentando problemas de salud. Cuatro días después asesinaría a Wilma.
El fatídico domingo
Marcelino Martínez fue detenido antes de mediodía del domingo, muy cerca de donde cometió el cruel asesinato, la foto de sus ojos inyectados en sangre y mirando con odio a la cámara se hizo rápidamente viral. Los testigos del hecho revelaron que el ataque fue calculado, el hombre no tenía otra intención que matar.
Imágenes de las cámaras de seguridad confirmaron lo que contaron los testimonios: la agresión fue premeditada, emboscó a su víctima y la apuñaló hasta comprobar que se le había ido la vida.
En su primer enfrentamiento ante la Fiscalía se abstuvo a declarar. Con todas las pruebas disponibles el Ministerio Público lo imputó por feminicidio y pidió su detención preventiva. Un juez aceptó la solicitud y decidió enviarlo a la cárcel de máxima seguridad de Chonchocoro, ubicada en el municipio paceño de Viacha a 4.378 metros sobre el nivel del mar. No fue enviado a Palmasola porque se cree que ahí su vida corre peligro.
Marcelino Martínez enfrenta una pena de 30 años de cárcel, sin derecho a indulto. Este caso es el feminicidio número 32 en Bolivia este año, el quinto en Santa Cruz.