Personas de la tercera edad se enfrentaron a un registro ineficiente para la inmunización. Falta información, faltan organización y faltan vacunas.

Soportan frío, largas filas, desorganización y desinformación, y riesgo de contagio, pese a su avanzada edad, en espera de que los vacunen contra el coronavirus. Para los adultos mayores, que según la programación oficial debían inmunizarse desde esta semana, la dosis llegan tarde o aún no llega.
“Quiero hacerme registrar solamente”, dice don Félix Calle. A él no le dio Covid, nadie de su familia se contagió. Tampoco cree que la vacuna asegure que no se enferme, pero “quiere tener ese refuerzo al menos”.
Tiene presión alta, no debería salir en la pandemia. Sin embargo, la madrugada del miércoles fue desde la zona de Tembladerani hasta el Policlínico 9 de Abril, de la Caja Nacional. Después de muchos años de trabajo, cuenta con ese seguro de salud ahora, a sus 70 años, que está jubilado. “Pero parece que no hay vacunas”, lamenta.
En el mes de abril, se inició en Bolivia la campaña de vacunación masiva contra la Covid-19. El primer grupo por ser inmunizado corresponde al de los adultos mayores. El Ministerio de Salud y los Sedes habían establecido un cronograma que arrancó esta semana. Sin embargo, la gran mayoría de los abuelos y abuelas que quieren vacunarse sólo se encontraron con incertidumbre, desorden y largas filas, para registrarse.
“Me registré por la página que ha dado el ministerio, pero llamando al número de referencia me han indicado que tengo que venir personalmente a hacer estas colas desde las 7:00 ”, dice Teresa Maldonado, de 70 años.
En el centro de salud no se guarda la distancia de un metro entre personas, como indican las medidas de bioseguridad. La mayoría de los adultos mayores que buscan inmunizarse no saben si el procedimiento que están siguiendo es el correcto. No hay alguien que les brinde una guía.
“¡Nos estamos exponiendo a la enfermedad. No es posible que no coordinen!”, protesta una señora. Lo dice en voz alta para que el resto de las personas de la fila la escuchen y la apoyen.
Ella también está formada desde las siete de la mañana. Cuenta que tiene 70 años y llegó sola al 9 de Abril de Sopocachi desde la zona Sur. Reclama que no se haya habilitado otro centro de salud para los asegurados que viven en barrios alejadas del centro. Si lo había, ella no lo conoce, porque nadie le informó pero es más el temor al coronavirus.
“A mi hermano le dio y ha fallecido. En las clínicas es increíble, nos han pedido 15.000 dólares para que mi hermano vaya y muera. Ni quiera sabemos si le han puesto oxígeno o si ha entrado a terapia intensiva. Los médicos no nos enviaron ni una foto”, reclama la señora.
Recalca que el daño que provoca esa enfermedad es grave. “Sin embargo, las autoridades están sentadas en su escritorio haciendo nada”, reclama.
Un poco más atrás en la fila, está el pacajeño José Ayala, de 80 años. En su condición de asegurado siguió el procedimiento indicado con el registro online. Su hijo lo ayudó. “Me dijeron que vaya a un hotel, aquí por el centro. Fui el viernes. Debía firmar y puse mi huella. Me indicaron que venga el día martes que con seguridad estaría en cronograma”, cuenta.
Como su apellido comienza con A, don José debería ser de los primeros inmunizados. Sin embargo, cuando se presentó le informaron que “aún no llegaron las vacunas”. Resignado decidió registrarse nuevamente.
En su familia de tres hijos y 11 nietos, sólo se enfermaron quienes viven en Santa Cruz, pero “todos se han salvado”. Cuenta que se vacunará porque su esposa Matilde, de 78 años, le obliga. “Yo le dije: aunque sea a mí no me vacunen, pero ella dijo: ‘¡No, andá!’ y he tenido que venir”.
Mientras tanto, crece la fila a la par de la molestia de los adultos mayores. Uno de ellos grita: “¡Avancen pues, por favor!”.
Rosario Abdala también se registró primero por internet. Luego, nuevamente en otra página que tomaba en cuenta el lugar de su domicilio. Aún así, nunca la llamaron para vacunarla.

Primero fue temprano al punto de atención de Miraflores. Le indicaron que allí no era. Resignada, hizo una tercera inscripción, en el policlínico que le corresponde por su seguro. “Ojalá siquiera me registren”, dice.
Otras personas de la tercera edad esperan acompañadas de algún familiar . Es el caso de María Esther Aliaga, que hace fila con su hija. A sus 84 años tiene hipertensión y es viuda. En su familia -cuenta- enfermó su hijo de 56 años y también su nuera.
Doña Esther tuvo que comprar un formulario, en un puesto frente del policlínico por 50 centavos, aunque previamente se había registrado en la página del ministerio. “Es un paliativo nada más. Esto (la pandemia) va a quedarse y cada año hay que ponerse refuerzo”, dice su hija.
El personal de salud que realiza el registro no brinda información, ni siquiera a la prensa.
Al siguiente día ya corrió la voz de que faltan vacunas, así que no hay filas. Sin embargo, los adultos mayores que acuden al hospital aprovechan para preguntar.
“Mi doctora me dijo que no hay. Ni modo, hay que ser pacientes Tampoco es su culpa”, dice Nieves Marcelini, de 76 años. Trabajó durante más de 20 años y hace ocho que se jubiló. Es viuda, tiene una sola hija y tres nietos. Presenta signos de reumatismo y cada mes acude al centro para recibir medicación.

Doña Nieves no deja que la acompañen a la consulta del médico, no le gusta. Sin embargo, sí quiere que tanto ella como su hija se vacunen cuando esto sea posible.
“Hemos trabajado tantos años, hemos dado todo -comenta su vecino en la fila-. Ahora al menos que nos vacunen sin hacernos peregrinar… Ojalá”.
“Hay que vacunarse para no ser una carga”
“Nosotros realmente sabemos lo que es estar con problemas de salud. Yo creo que vacunarse es lo más lógico, tanto para nosotros como para nuestra familia. Es lo mejor para porque a nuestra edad ya seríamos una carga para los hijos si nos enfermamos”, dice Carmen Rodríguez.
La señora de la tercera edad padece leucemia. También tuvo cáncer de mama y a su esposo le detectaron un tumor maligno en el colon.
Por todo esto, decidió ir al centro de salud de la zona de Achumani a solicitar la vacuna. Ahí le pidieron un certificado de su enfermedad, leucemia. Consiguió ese documento en la clínica donde la atienden usualmente. Finalmente, logró ser vacunada, también su esposo.

El Servicio Departamental de Salud Sedes La Paz determinó priorizar la vacunación contra la Covid-19 para las personas con enfermedades de base. También se beneficiaron adultos mayores de asilos y centros de acogida.
“Hemos estratificado por edades. Inicialmente se vacunará en los albergues, porque es una población altamente vulnerable, y queremos prevenir que la infección pueda llegar acá y expandirse”, señaló el director del Sedes La Paz, Ramiro Narváez.
Fue esta determinación la que permitió a la señora Carmen ser vacunada. “Nos vacunamos también por un motivo económico. No tenemos seguro y las clínicas no te reciben si no es con plata y pondríamos en apuros en la familia, si enfermamos”, dice.
Ni ella ni su esposo tienen seguro. Carmen señala que, puesto que tienen cáncer, ninguna empresa quiere asegurarle. No tiene jubilación porque siempre fue ama de casa. Mientras su marido se dedicaba a la construcción, tenía su empresa.
