En su labor de inmunizar a la población, médicos, enfermeras y salubristas recibieron amenazas, cruzaron ríos, caminaron por días y cargaron dosis.
Mientras las brigadas instalan una carpa para vacunar contra la Covid-19 a los pobladores de Patacamaya, grupos antivacunas colocan carteles gigantes con mensajes para desanimar a los vecinos: “la vacuna mata”. Esta escena forma parte de las anécdotas más tristes que no olvidan los médicos, las enfermeras y los salubristas que recorren las áreas rurales de La Paz para inmunizar a la población.
“Eso nos hacen, no respetan nuestro trabajo”, contó Freddy Baltázar, médico y coordinador del Área Rural del Servicio Departamental de Salud (Sedes) paceña.
Este profesional libró muchas batallas -que van desde combatir a la Covid-19 hasta recorrer casi todos los pueblos rurales para hacer pruebas y enseñar a los pobladores medidas de bioseguridad- conoce de primera mano todas las dificultades que atraviesan las brigadas. Deben viajar o caminar por horas, cargar los termos con las dosis o cruzar ríos para llegar a los rincones más alejados.
Baltázar comentó que la mala experiencia de Patacamaya fue una más de una larga lista. Y es que en el área rural de La Paz, varios pueblos enviaron hasta notas al Sedes para rechazar “de manera formal” las vacunas. A esta situación se suma la decepción de llegar con las dosis a una comunidad luego de horas de viaje y recibir el rechazo de la gente.
Pese a esta situación, Baltázar dijo que las brigadas no se rinden. “Hay que insistir, no es fácil”, aseguró y explicó desde su experiencia por qué muchas comunidades se resisten a la vacuna. “Son por situaciones culturales y religiosas, además de comentarios que vieron en redes sociales (sobre los inoculantes)”.
“La tarea es contrarrestar estas creencias contra las dosis”, aseguró con aire optimista. Por eso, si una población se niega recibir las dosis, los médicos y las enfermeras vuelven al lugar. “Siempre se seguirá con la promoción y la conscientización de la vacunación”, recalcó. “Volveremos a insistir”.
Cruzar fronteras y ríos
La odisea no sólo se vive en La Paz. En las poblaciones rurales y distantes de los otros ocho departamentos del territorio nacional las brigadas enfrentaron los mismos problemas.
Para transportar las vacunas anticovid hasta las alejadas comunidades indígenas del Tipnis, las brigadas sanitarias viajaron en canoa y por tierra hasta por 20 días improvisando termos y hielo para conservar la cadena de frío que requieren las dosis.
“Ingresar a algunas comunidades demora una semana o hasta 20 días, viajando por el río Ichilo, por vía fluvial y terrestre. Como no tenemos electricidad, nos hemos aprovisionado de refrigeradores a gas que nos permiten conservar la cadena de frío con hielo. Llevamos las dosis en termos”, relató Keila Ávila, responsable de la Red de Salud Indígena del Sedes de Cochabamba.

Las brigadas llevaron las vacunas a los pueblos de los Yuquis, Yuracarés y Mojeños Trinitarios, entre muchos otros. Además de poner las dosis, los médicos y las enfermeras deben explicar a los habitantes las bondades de las dosis y desmentir mitos y mala información.
Mantener la cadena de frío es otro de los retos de los médicos. En esas comunidades no hay energía eléctrica ni otros servicios básicos. Los habitantes usan mecheros a kerosén o generadores a gasolina que son vitales para conservar la cadena de frío de las dosis.
Ávila explicó que en los centros de salud hay refrigeradores que funcionan a gas y allí almacenan las vacunas. Pero cuando las brigadas se movilizan de una comunidad a otra, las vacunas deben ser transportadas en termos y en conservadoras con hielo.
Las brigadas viajaban -principalmente- en canoas por los ríos Chapare, Chimoré e Ichilo y realizaban caminatas. “El viaje hasta las comunidades que están por el río Ichilo puede demorar entre 10 y 20 días por vía fluvial y terrestre. Todo depende del acceso y el estado de los caminos”, aclaró la responsable.
En muchos casos, los médicos cargaron sobre sus espaldas las conservadoras que contienen las vacunas. La temperatura en la zona llega hasta los 40 grados centígrados, pero las dosis deben estar refrigeradas.
Sin equipos ni internet
En las áreas rurales de Beni, los médicos, además de vacunar contra la Covid-19, realizaron peripecias para enviar datos para el registro electrónico de los beneficiados. En esos sectores, los centros de salud carecen de computadoras y conexión a internet.
El director del Sedes de Beni, Erick Vallejos, aseguró que el 60% de los 240 centros de salud no cuentan con esos insumos y los médicos, además de vacunar, deben registrar a mano el documento y luego enviar una fotografía a esa institución.
“Después de recibir la fotografía, el personal del Sedes debe cotejar los datos y hacer el registro”, apuntó Vallejos.
En Pando, ante la falta del servicio de internet, los médicos tuvieron que viajar a municipios cercanos donde sí existe conexión a la red, para enviar las fotos.
“De nada sirve que saquen foto del registro, si no cuentan con internet. Por eso viajan a los municipios aledaños para enviar los datos”, dijo el exdirector del Sedes de Pando José René Alvarado. Agregó que en algunas poblaciones que están en la frontera con Brasil, los médicos pasan a ese país para comprar el servicio de internet. Así, las brigadas se encargaron -también- de actualizar los datos del Sistema Nominal de Vacunación Electrónica.