¿En qué está Bolivia a la cabeza del mundo?

No es poco, pero no todo es bueno ni necesariamente meritorio. Bolivia encabeza o ha encabezado registros a nivel mundial en decenas de áreas. En este mundo donde cada vez la vida se transforma en cifras, datos y comparaciones, los bolivianos detentan varios podios. Por lo menos, alcanzan ubicaciones entre los 10 primeros lugares en indicadores económicos, en extravagancias, en ciertas artes y hasta en algunas facetas deportivas. Y, por supuesto, también nuestros políticos han sabido abrirse sus espacios.

El Salar de Uyuni, un desierto majestuoso

Mejor si se empieza por lo negativo, récords de políticos. El 30 de junio de 1984, a raíz del secuestro del presidente Hernán Siles Suazo, el diario español El País aseguraba que Bolivia era “el primer país en golpes de Estado del mundo”. Había contabilizado 161 desde la fundación de la república. Aquella primacía, en cierta medida, fue ratificada por el investigador mexicano Ethan Ayala a fines de 2019.

En una investigación fundamentada en la base de datos de los investigadores estadounidenses Edward Luttwak, Jonathan Powell y Clayton Thyne, Ayala evaluó asonadas en Latinoamérica. Estableció entonces que Bolivia sumaba en los últimos 70 años 23 golpes de Estado. Superaba los 20 de Argentina, los 16 de Haití y los 13 de Ecuador, entre los más destacados.

A propósito del Gobierno de Siles Suazo, en aquel tiempo también nuestros políticos hicieron podio y top ten. La colosal deuda externa que habían acumulado las dictaduras previas y el caos administrativo de aquella renaciente administración civil desataron una hiperinflación récord. Los datos se hallan en un estudio del economista español Jon Aldekoa. Entre abril de 1984 y septiembre de 1985 se llegó a una inflación mensual máxima de 183 por ciento. Un equivalente diario de 3,53 por ciento, apenas, 0,6 por ciento de la que hoy tiene Venezuela. Vale decir que cada 20,3 días se duplicaban los precios. Fue la inflación más alta del mundo en ese lapso y, hasta entonces, la décima de la historia, hoy ocupa el lugar 30.

Nuestras autoridades también le dieron al país otro podio y ubicación entre los 10 del mundo en números rojos. En 1997, la organización Transparencia Internacional (TI) ubicó a Bolivia como el segundo país más corrupto del mundo. Si bien TI, en los últimos ocho años, ha clasificado a Bolivia en torno al puesto 30, sobre 184 países, otras evaluaciones aún lo ponen en los primeros puestos. En 2016, el índice de competitividad del Foro Económico Mundial la volvió a ubicar como el segundo país más corrupto del mundo. Y a principios del año pasado una evaluación del diario US News estableció que era el quinto con más corrupción en el planeta.

  • Marcas mineras

Esas son las plusmarcas de nuestra clase política de diversas tendencias. No por nada, tras el paso de neoliberales y socialistas del siglo XXI, el país sigue ubicado entre los cinco menos desarrollados de Latinoamérica. Según el Índice de Prosperidad Global del Legatum Institute, se halla a escasas centésimas porcentuales de Nicaragua y Honduras, el tercero y cuarto, respectivamente. Por ello, tal vez resulte más edificante revisar las primacías que la naturaleza le ha dado a los bolivianos a nivel mundial.

La historia minera nos recuerda que Bolivia nació siendo propietaria de la considerada mayor mina de plata en el mundo: el Cerro Rico de Potosí. Esa misma historia ha ubicado al país desde hace casi siglo y medio, siempre, entre los cinco mayores productores mundiales de estaño, actualmente el cuarto. Hoy, también Bolivia es el séptimo productor mundial de plomo, octavo de plata, séptimo de zinc y quinto de antimonio.

Los bolivianos no solo han alimentado la industria mundial con producciones récord de esos minerales, igualmente tienen plusmarcas en cuanto a su potencial minero. El cerro Mutún, ubicado en el extremo oriental cruceño, contiene una de las cinco reservas más importantes de hierro en el mundo: más 40 mil millones de toneladas. Paralelamente, pese a varios nuevos descubrimientos de reservorios, según un reciente reporte del Servicio Geológico de EEUU, Bolivia sigue encabezando otra tabla mundial: tiene la mayor reserva de litio, 21 millones de toneladas tan sólo en el salar de Uyuni. Aún no se cuantificaron las existentes en otros salares.

¿Le llegarán algún día a Bolivia las eras del litio o del hierro? ¿Tendrán un sabor tan frustrante como las de la plata, el estaño y otras riquezas como el gas? Son preguntas que motivan intensos debates especialmente entre quienes apuestan a otras riquezas que no se agotan y contaminan menos. Riquezas cuyo potencial también suma primacías mundiales. Según diversas fuentes, Bolivia se halla entre el 15 y el 8 país más biodiverso del mundo.

  • Récords naturales

Dentro de esa categoría cuenta con varios registros récord. Tiene el parque natural más biodiverso del mundo, según la Fundación para la Vida Silvestre (WWF). Es el país con mayor extensión de sitios Ramsar (humedales que articulan servicios ambientales clave) del planeta. Constituye el quinto país más rico del mundo en aves. Es uno de los 10 países más ricos en animales vertebrados y entre el 10 y 11 con mayor cantidad de especies de plantas. Cuenta con el lago navegable más alto del mundo y el salar más grande del planeta. Y esa edénica suma de cifras tiende a crecer con otras marcas superlativas a medida que se realizan más investigaciones.

  • Plusmarcas productivas

Estos biopodios no tienen, precisamente, carácter contemplativo. Cuando los bolivianos apuestan a aprovechar mesuradamente la naturaleza también pueden batir récords. Es el mayor exportador planetario de castaña y el segundo de quinua. Sus productores de café lograron que ciertas variedades, por ejemplo, la Geisha del café Takesi, fueran consideradas las mejores del mundo, en exigentes certámenes internacionales. Lo propio ha pasado con el cacao. El certamen más importante en esa área, Salon du Chocolat, entre 2017 y 2019, ubicó al cacao nacional entre los tres mejores del mundo.

Si de energía limpia para complementar a esa biodiversidad se trata, Bolivia también cuenta con un potencial plusmarquista de energía limpia. Según datos de la Global Dialogue for Sistemic Change y la Fundación Solón, Bolivia es uno de los países que mayor radiación solar recibe en el mundo. Dos terceras partes del país cuentan con uno de los mayores niveles de intensidad solar del planeta. La mayor radiación solar diaria media anual se presenta en el altiplano, seguido por los valles y, con menor potencial, en el trópico. Los picos llegan a 6,67 kilowats por metro cuadrado, sólo Mongolia tiene registros cercanos, en el mundo.

  • Podios destructivos

Pero, paradójicamente, los bolivianos también baten récords profundamente antiecológicos. En 2019, agroempresarios, colonos menonitas y colonos interculturales, por ejemplo, llevaron al país, incendios mediante, al cuarto lugar en deforestación, según la Global Forest Watch. Los mineros tampoco se quedan atrás. De acuerdo al Centro de Información y Documentación Bolivia, el país es el segundo importador mundial de mercurio. Un mercurio que contamina gran parte de los cuerpos de agua nacionales.

A propósito, valdrá recordar que Cochabamba, con sus 40,7 microgramos por metro cúbico de aire, ha sido ubicada entre las cinco ciudades más contaminadas de Latinoamérica. Y hablando de ciudades también hay otras marcas más amables. La Paz, la sede de gobierno más alta de mundo, fue también considerada en 2014, una de las siete ciudades maravilla por la organización New Seven Wonders. Tiene, a su vez, el teleférico más extenso del planeta, con sus 30 kilómetros de líneas. Y también el velódromo más veloz del orbe, en alto Irpavi.

  • Magnates

Varios bolivianos también han dejado individualmente sus propias marcas. Por ejemplo, del magnate cochabambino Simón I. Patiño se recuerda que llegó a ser considerado como uno de los tres mayores millonarios del planeta. Hay quienes aseguran que cerca del “Rey del estaño” se ubicó también el “rey de la goma” Nicolás Suárez, aunque la cuantificación de su fortuna resulta más compleja.

Al hablar de acaudalados, tampoco quedó al margen de una fama internacional, Roberto Suárez Gómez, “el rey de la cocaína”, con los miles de millones de dólares que amasó. Aunque hay récords que casi no vale la pena mencionar. Sin duda, hizo un mal uso de otra producción récord que tiene hasta hoy Bolivia: es la tercera productora mundial de coca.

En cuanto a indicadores sociales, Bolivia ha marcado tristes podios. Según la FAO, hasta 2019, por ejemplo, lideraba el ranking de malnutrición en Latinoamérica (con el 19,8 por ciento de su población subalimentada), seguido por Nicaragua (16,2 por ciento) y Guatemala (15,8 por ciento). De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, somos el país con más alto índice de trabajadores en la economía informal en el continente con un 84,9 por ciento. Dada sus crecientes cifras, es posible que se acerque también a una primacía mundial.

En cultura y deportes, los récords bolivianos resultan contados. El país logró varios títulos mundiales de raquetbol mayores y juveniles. También fue multicampeón mundial de bicicross infantil. En diciembre de 2000, la verde fue subcampeona mundial de fútbol de salón. Y ha obtenido 13 medallas (una de oro, cuatro de plata y ocho de bronce en los Juegos Panamericanos), probablemente los triunfos de mayor alcance.

Sabido es que el “rey de los deportes” sólo ha brindado un campeonato y un subcampeonato a nivel sudamericano, además de un lugar 18 en los rankings FIFA, como máximos lauros. Mientras que, en las cifras rojas, nuestros futbolistas van acrecentando cada cuatro años un récord mundial, desesperante para la tribuna. La “verde” resulta la selección que suma más partidos sin ganar como visitante: 56 a estas alturas y la cuenta sigue creciendo. Tanto a nivel de selecciones como de clubes nuestros representantes se hallan por debajo de los puestos 100 en el planeta.

  • Antirrécords

Sin embargo, si las cosas se invirtieran y futbolistas y técnicos fueran a las tribunas para observar a otros actores, quizás la desesperación y silbidos resultarían mayores. Los antirrécords bolivianos mayores se hallan en la educación y la ciencia. Bolivia, por ejemplo, no ha ubicado nunca a una de sus universidades ni siquiera entre las primeras 100 de Latinoamérica ni entre las primeras 1.200 del mundo. No ha habido lauros académicos de renombre para casi ningún científico boliviano, salvo una excepción: el físico Oscar Saavedra obtuvo el año 2004 el premio Markov, en su tiempo considerado el Nobel soviético.

En cuanto a cultura, en el podio, está también Jaime Laredo. Considerado uno de los mejores violinistas de la historia, ganó el premio mundial Reina Isabel de Bruselas en 1959. También cuentan varios importantes premios internacionales que recibieron los filmes del cineasta Jorge Sanginés, calificado como un ícono en la cinematografía mundial.

Por lo demás, el libro Guinnes apunta cinco a seis récords en cuanto a extravagancias bolivianas. Allí suman desde el récord en ver películas de cine, la morenada y la selfie masivas, hasta el charango más grande del mundo. Pero probablemente, sirvan más como anécdotas a estas alturas. ¿Cuál será nuestra próxima plusmarca mundial?

Fuente: lostiempos